Un buen día el sol salió, la luna se quedó dormida, y
absolutamente a nadie se le ocurrió pensar: ahí hay una chica perdida, vamos a
encontrarla.
Ella lloró más fuerte, subieron el volumen de la televisión
de la habitación de al lado. Un brindis por volver a comer, dijo en alto, y
otro por no hacerlo, susurró a sus adentros.
Gracias porque nadie le recordó que siempre habría alguien
esperándola. Gracias a ese alguien que no pensó que había una chica perdida, y
sobre todo gracias por no encontrarla.
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