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jueves, 24 de mayo de 2012

¿te sientes solo? bien, ya somos dos

Tal vez sea esa tendencia que tienen los seres humanos a sentirse perdidos de vez en cuando. O tal vez, sólo sea una tendencia adolescente. O tal vez, sólo tal vez sea yo la única que se desmorona sin razón aparente.
Que pasa de un momento feliz a otro absurdamente inexplicable. Que no encuentra razones suficientes para seguir sonriendo el resto del día, y no lo hace. Puede que sólo sea yo, la que siente que no encaja con el resto del mundo, la que siente que no debería estar aquí, como si este no fuera su sitio.
Tal vez sea yo la que deba cambiar y apartarme de todo lo que me rodea.
Tal vez sea yo, la que tenga que pedir perdón a todos lo que están a mi alrededor o conmigo, por no saber corresponderles, por no estar ahí cuando me han necesitado; tal vez deba pedir perdón por no entender todo a la primera, por no saber siempre qué es lo correcto, por quedarme en silencio demasiado tiempo, por no responder a una sonrisa, por no poder reprimir una lágrima en el momento más inoportuno; tal vez sea yo la que deba pedir perdón por ser como soy, por no dominarme, y tal vez, sólo tal vez por no saber que diablos hago aquí.

viernes, 11 de mayo de 2012


Esto es a lo que llaman un punto y final. Siempre pasa. Y puedes luchar para realentizar el proceso pero al final pasa. La pierdes.
Siempre habéis sido tan diferentes, nunca habríais pensado la perfecta combinación que formáis juntas. Y llega el día en que pasa,
vuestras diferencias se vuelven más grandes, y todas las cosas por las que estabais unidas resultan mentira.
Y se acaba, tan repentinamente como vino. Se esfuma como el humo.
Puedes recordar y recordar los momentos en los que creías comprender el significado de la felicidad. Era un simple espejismo.
Llega el día en el que echas un vistazo atrás y todas esas diferencias siempre habían estado ahí, y nunca habían supuesto un problema.
Pero hoy por hoy te levantas, y te das cuenta de que ya ha pasado. Ahora sois como extraños.
De que ya no es lo mismo de siempre, de que la has perdido. Al final pasa. Y no va a volver.

doble o nada

Aquí llega el momento en el que decido que no, que no quiero que sigas en mi cabeza, que nublas mi mente cada vez más horas al día y he decidido que no me da la gana. Que tú eres mi pasado al igual que yo he pasado a ser el tuyo hace mucho. Que no mereces que siga noches en vela intentando convencerme a mí misma de olvidarte. Que tu nombre no significa nada. Que las lágrimas duran cada vez menos tiempo. Que mi mirada no te busca durante todo el día hasta que te encuentra. Que mi cuerpo no recibe descargas eléctricas cada vez que estás a menos de veinte metros, que ya me he acostumbrado, que no significas nada. Que has pasado a ser sólo una cicatriz más, digna de ser olvidada. Que tu nombre está vacío para mí. Que esa canción hace semanas que no la escucho, que esa fecha significa menos aún. Que has salido de mi cabeza, te has evaporado, como el agua del mar en el mes de agosto.
Que ya no te quiero.

O si.

martes, 1 de mayo de 2012

Los fuertes también lloran

Ya no quiso ver más, se dio media vuelta y dando largas zancadas llegó hasta donde estaba aparcada su moto, le quitó el candado, la arrancó y se fue.
Siempre le habían dicho que los hombres fuertes no lloran, pero fue inevitable no hacerlo. El viento le cortó la cara por la gran velocidad que llevaba. Había dejado atrás recuerdos que no quería que volvieran, le vino una última imagen a la mente, la desechó y aceleró más. Todo lo que había querido, todo lo que había conseguido, todo lo que había construido, todo su mundo se acababa de derrumbar. Si hubiera llegado treinta segundos después a casa, todo seguiría como estaba. Pero habría sido estúpido quedarse allí de pie, observando y más tarde pedir una explicación. Sabía lo que había visto. Y no quería volver a verlo nunca más. Jamás confiaré en nadie de ahora en adelante, se juró a sí mismo.
Volvieron a brotar las lágrimas. No. No. Para. Para ahora mismo.
Se enjugó las lágrimas con la mano derecha, quitándola un momento del manillar.
Milésimas de segundo le habrían salvado la vida. Haberse despertado un poco más tarde, demorarse más en desayunar, haberse quedado más tiempo en la pastelería para comprar sus galletas preferidas, haber atendido la llamada de teléfono de su madre que saltó en el contestador. Milésimas de segundo.
Ahora las lágrimas habían parado, ya no volverían, ni ellas ni nadie.
Un cuerpo inerte yacía frío en la carretera, al lado de una motocicleta magullada, las lágrimas ya no serían un problema. Nadie le había dicho, que los fuertes también lloran.