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viernes, 27 de abril de 2012

Aunque no lo puedas decir, me quieres a veces

Chica, qué decirte que no te haya dicho ya. Que disfrutes, que vivas, que no mires atrás, el semáforo está en verde, no esperes a nada ni a nadie, cruza.
Llénate de aire los pulmones y cada rincón de tu cuerpo, lo sientes? vive.
No hace falta que luches por tus sueños, simplemente coge uno y hazlo realidad.
No llores, y cuando sientas que desfallezcas, cierra los ojos bajo la lluvia y puede que desaparezcas.
A veces todo se confunde, uno quiere decir paz, y sale guerra. Pero al final todo surge, y no hace falta ni esperar. Simplemente vive, aquí nadie te espera, no dependas de nadie, sé tú, traza tu propio camino, gira  la esquina cuando quieras ir recto, quédate atrás y ríete de los que van por delante, sonríe cuando te apetezca y sobre todo, no vivas cada segundo como si fuera el último, sino como el primero.


miércoles, 18 de abril de 2012

tras el efecto de una mala acción, llega una mala consecuencia


De repente se sintió solo, allí, en una esquina.
Estaba rodeado de gente pero sentía que no había nadie. Sabía que a la hora de la verdad todos ellos se evaporarían como el humo, explotarían como pompas de jabón, como si nunca hubieran existido.
Ella tenía razón y ahora estaba seguro de ello, aunque aún no se había dado por vencido.
De la nada, apareció ese sentimiento, ese que le decía que el único sitio en el mundo en el que no se iba a sentir solo era en el que estuviera ella. Y así era. Pero una vez más el orgullo venció y se quedó exactamente donde estaba. Vació todo lo que sentía por dentro, bebió el último trago de su copa y se aproximó a llenársela de nuevo. Cerró los ojos y todos sus sentimientos de culpa se fueron desvaneciendo a la vez que espiraba profundamente, los abrió y fue caminando hacia todo el barullo lleno de humo y de gente bebida, dándose pisotones intentando bailar. Se metió con la copa en alto y ya no volvió a salir. Aunque sólo a ella le importaba que lo hiciera.

sábado, 7 de abril de 2012

Era invierno, hacía frío.
Estaban muy pegados el uno al otro, una sola figura. Ella reposaba su cabeza sobre el pecho de él, lloraba en silencio.
Él cogió sus delicadas manos y las frotó en un desesperado intento de proporcionarles calor.
Dejó de intentarlo. Era inútil.
Sus labios ya empezaban a cobrar un color azulado, hacía rato que ya no sentían sus piernas y mover los dedos era una tarea imposible.
Pero a ella no le importaba, no lloraba por el futuro cercano que les aguardaba. Lloraba porque era feliz. Levantó la cabeza del frío y aún así cómodo pecho y fue a buscar sus labios.
Le dio uno beso, luego otro y otro más. No se atrevía a mirarle a los ojos, pero sabía que era su última oportunidad para hacerlo. Fue recorriendo cada detalle de su cara con la vista, sus labios, duros por el frío pero cálidos para ella, su nariz, perfecta, como siempre había sido, sus mejillas un tanto rosadas y aquel lunar debajo del ojo derecho que le hacía tan irresistible. Llegó a los ojos.
No se sabe cuanto tiempo estuvieron así, quietos, diciéndose tantas cosas sin hablar, enamorándose aún más de la otra persona por cada segundo que pasaba.
Nadie les encontró, nadie fue a buscarlos.
Pero aún así, acabaron felices, el uno contra el otro, abrazados a todo lo habían luchado por conseguir y nunca habían tenido. Y dicen, que en el último momento, él contuvo el aliento y su última voluntad, fue decir te quiero.